viernes, 29 de octubre de 2010

Aventura

La cosa es que la acompañé a hacer unos tramites a un CGBA, uno de esos centros barriales del Gobierno que también tienen un Registro Civil, y cuando íbamos a salir, miré al suelo, porque había estado a punto de resbalarme con algo, y veo:
Arroz.

-Uy -le digo a Caro -alguien se casó.
Y justo empieza a llover bien fuerte afuera, la puerta de salida estaba en una parte angosta, casi un pasillo del lugar, y daba a unos ascensores de los que en algún momento habrá salido gente, porque al fijarme -había estado mirando afuera, buscando un taxi- de pronto y como salida de la nada, ví una doble fila, bien pegada a cada pared, de personas con bolsitas de arroz. -Cagamos- me dije -Ahí vienen los novios. Los de la fila hablaban, comentando probablemente pormenores del casorio, con las manos amenazadoramente metidas en las bolsitas. Empezaba a quedar poco espacio entre la alegre parentela y nosotras; surgió un camarógrafo que para colmo nos sonreía desde el pequeño tumulto que se había formado en torno al ascensor, como saludando a familiares que no conocía, y del otro lado llovía cada vez más fuerte.  Ahora era demasiado tarde para tomar la decisión de correrse hacia la otra ala del edificio, ellos habían tomado el pasillo y obturaban la salida; de afuera entraba un viento frío y mojado. Había un no se qué de película de zombies, pero en clave amable, en todo aquello. Junto a mí -casi encima -se materializaron dos sujetos. Primero uno, pariente, casi seguro padre de alguno de los novios y luego otro que iba hacia él, tendiéndole una cajita donde según se infería de la conversación, se encontraba la grabación de la ceremonia. El otro insistía -no, mire, no tengo ni una moneda. Me dejé la plata en casa. El señor de la cajita -el juez casi seguro -insistía, gesticulaba y creo, trato de creer, que me empujaba sin darse cuenta; se movía y me empujaba con su brazo como si estuviese en un colectivo lleno, hablando fuerte con el otro. Yo lo miraba y miraba al camarógrafo que seguía mirándonos y estaba decidido a encender su cámara de un momento a otro y miraba al familión rampante con sus bolsas de arroz y miraba la lluvia afuera y en eso pasó un taxi.

Fue una retirada estratégica. Táctica, en realidad.

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